La inteligencia emocional es la capacidad de una persona para identificar, entender y trabajar sus emociones, y las de los demás, con resultados positivos y de crecimiento. Es la habilidad de gestionar las emociones para comprenderlas y no permitir que ellas dominen las decisiones diarias.
Al contrario de la inteligencia intelectual, la emocional -al ser una habilidad- se puede inculcar, explicar y potenciar.
Por lo tanto es algo que podemos enseñar a los niños: es un proceso educativo contínuo y permanente, que se puede aprender en casa desde
que son muy pequeños.
¿Por qué es importante que los niños (¡y los adultos!) desarrollen inteligencia emocional?
Porque al saber manejar sus emociones, una persona enfrenta el día a día de manera más eficiente, toma mejores decisiones, tiene más resiliencia, una mayor capacidad de enfrentar los retos, errores o fracasos, y una mayor tolerancia a la frustración. Además puede sentir mayor compasión y empatía hacia los demás.
Son características demasiado importantes para pasarlas por alto, y para no enseñarlas a nuestros niños. Si no las aprendimos de niños, nunca es tarde: siempre podemos adquirir las habilidades necesarias para canalizar y gestionar nuestras emociones, pero ¡imaginate lo que una persona puede lograr en su vida, si aprende a no ser dominado por sus emociones desde pequeño!
La mejor manera de inculcar la inteligencia emocional a un niño, es que sus adultos la tengan. Los niños hacen lo que ven hacer a sus padres y demás adultos de su círculo cercano. La inteligencia emocional no se puede enseñar si no se demuestra, por lo que te invito a aprender más sobre ella si sentís que es un momento adecuado en tu vida.
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Aquí te dejo 5 recomendaciones para inculcar la inteligencia emocional en los niños:
1.Explicarles cuáles son las emociones básicas y cómo reconocerlas: ellos deben de saber qué es una emoción y cómo se presenta. Hablarles de las básicas como el enojo, la tristeza, el miedo, y por supuesto las positivas también, como la alegría. Que sepan reconocer sus emociones propias y las de los demás.
2.Mostrarles cómo ponerle nombre a las emociones: que ellos sepan identificar cada una, y no solamente que sepan que "se sienten mal".
Muchos adultos, cuando empiezan algún proceso de sanidad, terapia o crecimiento personal, no saben identificar las emociones; hay más tendencia a taparlas para no sentirlas. Ponerles nombre es una excelente manera de que ellos sepan que está bien sentirlas.
3.Enseñarles a expresar sus emociones de manera adecuada y hablar de ellas cuando las sienten. Esto es una forma de que ellos puedan gestionarlas. Es diferente que el niño diga "estoy enojado porque no me das permiso de comer el helado"a que haga una rabieta y se tire al piso. La primera conducta es constructiva y la otra destructiva. De adultos, si no saben gestionarlas, siguen "haciendo rabietas", pero de manera diferente: comiendo de más, tomando licor en exceso, insultando a otros, etc. pero no resuelven sus situaciones personales.
4.Fomentar una buena comunicación con el niño: esto se logra con el diálogo, escuchando activamente (con atención) lo que el niño tiene que decir y enseñándole también a escuchar cuando otra persona habla; es indispensable permitir que el niño exprese sus emociones.
5.Ayudarle a desarrollar su empatía: la consideración a otros, y ser capaz de ponerse en sus zapatos, es una excelente manera de que los niños aprendan a reconocer las emociones de otros y de ellos mismos. Esto se logra con preguntas como: ¿sabés por qué se siente triste tu abuelo hoy? o ¿por qué creés que tu hermana está enojada? o bien ¿por qué suponés que tu mamá está hoy tan feliz?
El niño con inteligencia emocional no tiene temor de expresar sus emociones, ni de dar su opinión. De adulto, tomará decisiones con calma, y no se verá envuelto en el drama de las situaciones difíciles, sino que se enfocará en buscar soluciones positivas.
¡Imaginate lo diferente que sería la vida si de niños hubiésemos aprendido esto!
No sería difiícil llevar un estilo de vida saludable, ni necesitaríamos la comida como refugio emocional.
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