EL PODER DE LAS PALABRAS

Las palabras tienen mucho poder, un poder casi profético: cuando las hablamos, estamos haciendo decretos.  Pueden construir y alentar, pero también pueden destruir y lastimar, a uno mismo o a los demás.

 

Son como una espada de doble filo: tienen un poder creativo, que nos puede llevar a nuestro propósito de vida o acercarnos a nuestros sueños, pero también uno destructivo, que nos puede alentar al miedo y a la ansiedad, y dar al traste con lo bueno que nos rodea.

 

Una palabra puede cambiar el día o la vida de alguien: una niña a quien se le diga "inútil" podrá crecer con esa falsa verdad en su mente, la cual va a determinar todas sus decisiones. Una niña a quien se le diga "inteligente", basará sus futuras decisiones en esa creencia positiva.

 

Entender esta realidad es nuestra responsabilidad y nuestro deber, con nosotros y con otros. Somos responsables de crear pensamientos (palabras no habladas) positivos y ambientes positivos y seguros a través de nuestras palabras.

 

Nosotros mismos podemos cambiar nuestro humor, nuestras emociones y hasta darle un giro a un día que ha empezado mal, con solo decirnos unas palabras amables.

 

Como dice el Dr. Miguel Ruiz en su libro "Los cuatro acuerdos", las palabras son como magia, son una herramienta que si sabemos usarla, pueden abrir puertas y sanar corazones.

 

La Biblia lo dice de esta manera: " Mis amados hermanos: todos ustedes deben de ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse"  Santiago 1:19

 

Lentos para hablar quiere decir que debemos pensar lo que vamos a decir antes de abrir la boca: ¿va a ser útil, es verdadero, es indispensable, va a edificar, es amable?

 

Una de las formas más negativas de usar el poder de las palabras es través de la crítica destructiva, el juicio, el chisme o la chota. Es usar el poder para destruir en lugar de alentar y edificar.

Si somos cristianos, una manera sencilla de hacer que se note a quien llevamos en el corazón, es a través de lo que sale de nuestra boca:

"Y todo lo que hagan o digan, háganlo como representantes de Señor Jesús y den gracias a Dios Padre por medio de él."  Colosenses 3:17.

Cuando somos creyentes, nos convertimos en representantes de Jesús aquí en la tierra, y eso debe ser congruente con lo que decimos. Perderíamos credibilidad si por un lado alabamos a Dios, y por el otro insultamos a alguien o se nos conoce por ser chismosos.

 

Así que los invito a pensar antes de hablar, a que sus palabras tengan propósito, a que lo que salga de su boca sea impecable, para ustedes mismos y para los demás: que sea edificante, amable y constructivo.

A que dejen a un lado el chisme y la chota, y se conviertan en la pared en donde estos chocan y mueren.

A que cada mañana se digan algo amable, y se propongan, por lo menos una vez al día, decir algo amable a alguien más.

 

"El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca"  Lucas 6:45

 

Un abrazo,

 

Melania